Irene y Marc se conocieron en 2010 en Ljubljana (Eslovenia) de Erasmus. Irene es gallega, de Bueu, un pueblo de las Rías Baixas, en la provincia de Pontevedra, y Marc es de Barcelona, donde viven desde 2012. La boda tuvo lugar en Bueu, el pueblo de Irene, en el Invernadero del Pazo de Santa Cruz el 2 de noviembre de 2018.
«La verdad es que no preparamos mucho la boda, queríamos algo pequeño y sencillo, sobre todo con amigos. Éramos unas 80 personas: familia cercana y amigos. No nos rallamos con los detalles. El mérito de que quedase todo tan bonito fue del Pazo, que lo hicieron fenomenal.
Como la mitad de los invitados venían de Barcelona, Irene y Marc les gestionaron el alojamiento en el hotel Alda Bueu, que abrió solo para ellos y aunque la boda fue el viernes, tuvieron la sensación de estar de boda todo el fin de semana.
En cuanto al vestido, Irene tenía claro que no quería verse disfrazada. «Sabía que podía hacer frío, así que la idea de la chupa siempre estuvo rondándome la cabeza. No me veía en absoluto con pieles o estola o algo clásico. El vestido de Paola me conquistó desde el minuto 1. Me probé más cosas, pero este vestido sentía que reflejaba realmente mi personalidad. Suena bastante topicazo, pero yo lo sentía así. Me daba la sensación de que la gente que me viera con él, aunque no me conociera, se podía hacer una idea de cómo soy. Creo que la ropa es una de las formas (para mí, la más evidente) de proyectar tu personalidad. Lo de las dos piezas fue algo que descubrí a fuerza de probar. Simplemente, con los vestidos enteros me veía disfrazada, y con el dos piezas (quizás porque es más informal), me sentía más cómoda.
La “ceremonia” empezó sobre la una, y la ofició la prima de Irene «que lo hizo súper divertido». Las entradas las cantaron en directo sus amigos, dos voces y guitarra, y fueron súper emotivas. De hecho cuenta Irene que en su entrada se confundieron, y cuando uno de ellos habló en la ceremonia bromeó con que “cómo no se iba a equivocar al ver llegar a su mejor amiga tan feliz a su boda”. En la entrada de Marc versionaron Not ice not fire, de Ben Harper, y en la suya SPNB, de Iván Ferreiro.
En el momento de las alianzas sus amigos volvieron a cantar, y versionaron “sin miedo”, de Rosana. Una vez terminó la ceremonia salieron con la canción de Antonia Font “oh yeah!” de fondo, muy festiva, que ya era el preludio del fiestón que se avecinaba.
El catering Pepe Solla se encargó de la comida que estaba espectacular, y a la gente le encantó, especialmente las mesas temáticas de quesos, pulpo con pulpeira y bivalvos a la plancha hechos al momento.
El brindis de la cena lo hizo el hermano pequeño de Irene y cuenta que fue muy bonito. «Sin duda, el momento de la noche. Nada cursi, porque tanto mi hermano como yo somos bastante secos, pero se leía entre líneas tanto amor y admiración que solo de recordarlo se me humedecen los ojos. También estuvo lleno de recuerdos graciosos y en algunos casos avergonzantes, que lo hizo todavía más bonito.»
La fiesta se abrió con el baile de los novios y todo un clásico «Fly me to the moon», de Sinatra. Ellos mismos montaron la coreografía del baile. «No queríamos una boda artificial ni igual a todas las demás, así que intentamos organizarla como una fiesta más».
Mi idea era no volverme loca y hacer una boda natural, original, sin florituras ni pretensiones ni postureo, ni necesidad de aparentar. Nos cuenta Irene.
«La verdad es que no preparamos mucho la boda, queríamos algo pequeño y sencillo, sobre todo con amigos. Éramos unas 80 personas: familia cercana y amigos. No nos rallamos con los detalles. El mérito de que quedase todo tan bonito fue del Pazo, que lo hicieron fenomenal.
Como la mitad de los invitados venían de Barcelona, Irene y Marc les gestionaron el alojamiento en el hotel Alda Bueu, que abrió solo para ellos y aunque la boda fue el viernes, tuvieron la sensación de estar de boda todo el fin de semana.
En cuanto al vestido, Irene tenía claro que no quería verse disfrazada. «Sabía que podía hacer frío, así que la idea de la chupa siempre estuvo rondándome la cabeza. No me veía en absoluto con pieles o estola o algo clásico. El vestido de Paola me conquistó desde el minuto 1. Me probé más cosas, pero este vestido sentía que reflejaba realmente mi personalidad. Suena bastante topicazo, pero yo lo sentía así. Me daba la sensación de que la gente que me viera con él, aunque no me conociera, se podía hacer una idea de cómo soy. Creo que la ropa es una de las formas (para mí, la más evidente) de proyectar tu personalidad. Lo de las dos piezas fue algo que descubrí a fuerza de probar. Simplemente, con los vestidos enteros me veía disfrazada, y con el dos piezas (quizás porque es más informal), me sentía más cómoda.
La “ceremonia” empezó sobre la una, y la ofició la prima de Irene «que lo hizo súper divertido». Las entradas las cantaron en directo sus amigos, dos voces y guitarra, y fueron súper emotivas. De hecho cuenta Irene que en su entrada se confundieron, y cuando uno de ellos habló en la ceremonia bromeó con que “cómo no se iba a equivocar al ver llegar a su mejor amiga tan feliz a su boda”. En la entrada de Marc versionaron Not ice not fire, de Ben Harper, y en la suya SPNB, de Iván Ferreiro.
Durante la ceremonia fueron hablando amigos de uno y otro, intercalados, haciendo un poco un recorrido por nuestras vidas, de modo que primero hablaban los amigos más de infancia, luego de cole-uni, y luego del trabajo. Así quedó todo hilado y redondo.
En el momento de las alianzas sus amigos volvieron a cantar, y versionaron “sin miedo”, de Rosana. Una vez terminó la ceremonia salieron con la canción de Antonia Font “oh yeah!” de fondo, muy festiva, que ya era el preludio del fiestón que se avecinaba.
Qué te voy a contar del entorno, ¡era espectacular! con toda la Ría de Pontevedra de fondo. Además, tuvimos mucha suerte con el tiempo, porque la semana de la boda fue una semana lluviosa y de frío polar, pero el día «B» no llovió y pudimos hacer ceremonia y cóctel al aire libre.Tras la ceremonia reservaron unos 15 minutos para las fotos juntos y después fueron al cóctel para celebrarlo con todos los invitados.
El catering Pepe Solla se encargó de la comida que estaba espectacular, y a la gente le encantó, especialmente las mesas temáticas de quesos, pulpo con pulpeira y bivalvos a la plancha hechos al momento.
El brindis de la cena lo hizo el hermano pequeño de Irene y cuenta que fue muy bonito. «Sin duda, el momento de la noche. Nada cursi, porque tanto mi hermano como yo somos bastante secos, pero se leía entre líneas tanto amor y admiración que solo de recordarlo se me humedecen los ojos. También estuvo lleno de recuerdos graciosos y en algunos casos avergonzantes, que lo hizo todavía más bonito.»
La boda no tenía una temática en particular, pero sí tenía toques marineros, con redes, nasas, remos, etc.
La fiesta se abrió con el baile de los novios y todo un clásico «Fly me to the moon», de Sinatra. Ellos mismos montaron la coreografía del baile. «No queríamos una boda artificial ni igual a todas las demás, así que intentamos organizarla como una fiesta más».