Elopement el viajero y la luna

«En una época anterior a las letras, existían personas que viajaban por el mundo recopilando historias. Icaro era un incansable recolector de historias que vagaba por el mundo sin descansar en su labor.

Y así pasaba el viajero un día y otro centrado en su labor, sin reparar en nada más, hasta que un día fatigado paró a descansar a un lado del camino y reparó en que la luz del día no le acompañaba ya, pero que en el cielo brillaba una majestuosa luz, que le hacía más fácil seguir en su camino. Se esforzó en ver qué era aquello y descubrió en lo alto del cielo aquella figura, que le hacia sentir algo cálido y le provocaba sensaciones que nunca había sentido. A partir de ese momento despertó en él un amor incondicional, y supo que recorrería el mundo entero hasta encontrar la montaña más alta y así poder confesarle su amor.

El viajero caminó sin descanso noche y día hasta llegar a la montaña más alta, y aunque cansado y agotado, continuó caminando y subió a la montaña. Al llegar a la cima de la montaña, se encontró con la luna y pudo confesarle su amor. Lo hizo de una manera tan elocuente y con tanta pasión, que consiguió que en ella surgiera el mismo sentimiento. Se enamoró perdidamente de aquel recolector de historias. Pasaron largo tiempo contemplándose y hablando de cómo era el mundo y cómo era el cielo, y tristemente se dieron cuenta de que no podían estar uno al lado del otro, a pesar de que casi se podían tocar.

Los dioses del cielo vieron cuanto se amaban, y compadeciéndose de ellos pidieron a los pájaros que formaran un puente con sus alas para que acercaran al viajero y a la luna y al fin, pudieran estar juntos. A la llamada de los dioses, las aves acudieron a ayudar a los enamorados y estos pudieron unirse en matrimonio, quedando sus almas eternamente unidas, teniendo como testigos a los dioses y al gran árbol de la sabiduría que allí se encontraba.»

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